La luz tenue describía difusamente ambos cuerpos, sentados frente a frente sobre la cama, a Carla se le aclaraban los ojos calipso en la oscuridad y resaltaban fulgentes en medio de la habitación, se dibujaba su figura de perfección en torno a un brazo fuerte que la estrechaba, Elias contorneaba su cintura y de paso acariciaba su largo cabello recogido en una trenza descuidada, se notaba en sus manos un cierto temblor recurrente, el frío quizás se apoderaba del desvelo o los nervios frente a sus labios surgían efecto inmediato cuando Carla revoloteaba coquetamente un par de palabras. Justamente palabras; estaban ahí reunidos hace casi tres horas intentando hilar palabras, se acercaban cada quince minutos un par de centímetros con la excusa inocente de poder hablar más bajito, pero de conversaciones no se oía nada, ninguno de los dos articulaba ni un gesto, apenas pestañeaban cuando ya los ojos desesperados se lo pedían, estaban ahí mirándose simplemente, confundidos en la soledad, atrapados tibiamente por el rumor de sus corazones latiendo a prisa. Pero sus pensamientos sin duda se encontraban abrazados y en común acuerdo en torno a lo que sentían, no vacilaban en ellos ni un segundo, en asegurar que estaban ahí para amarse y querían gritarse mutuamente cuánto y cómo era lo que les sucedía. Sin embargo, ese acuerdo de almas no se manifestaba en el aire, ambos respiraban el mismo, ahora que estaban tan cerca; el paso que ahora seguía se les revelaba como una adivinanza infantil ante sus ojos, Elias buscaba algo que no conocía, una gran fortuna o un tesoro debió ser porque las ansias en su mirada apenas le permitían pensar, al igual que Carla avanzaba su cuerpo lentamente hacia adelante y poco a poco reclinaron sus cabezas hacia la derecha, quizás pretendían no chocar, o que al estrellarse se tornara todo en un accidente menos violento y más dulce o de algodón, sus ojos titubeaban entre el iris del amigo y los labios del amante y entre tanta indecisión la mejor salida era cerrarlos, evitaron el accidente al frenar los impulsos en el segundo preciso y acercarse luego para compartir las mismas palabras que habían esperado tanto tiempo, pero esta vez en silencio y saboreando un pez que nada dentro de sus bocas.
Nos reencarnamos por Sabina
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Por ejemplo tus braguitas de encaje,
por ejemplo mis uñas, tu espalda,
por ejemplo volver de viaje,
por ejemplo quitarte la falda.
Por ejemplo te toca a ...
Hace 13 años.