Luego de que Paulina se marchó, el sol seguía empeñado en hacer resplandecer la figura hermosa de Ángela, se encargo de evaporar sus últimas lágrimas, como también se encargó de abrir los ojos de un muchacho acalorado para que reparara en la fuente de agua que estaba a su lado, desde donde tendría perfecta vista a Ángela, vulnerable, menuda y explosivamente bella, cruzó en un repentino pestañeo sus ojos con los de él. -El corazón me está latiendo demasiado a prisa, ¿quién es?- pensó, mientras la invadía una felicidad enorme, unas ganas de gritar inmensas, se sentía acorralada en este mundo tan pequeño para sus emociones, sentía que si estiraba los brazos para medir cuan feliz estaba saldría se esta galaxia, y no quería que el planeta entero notara que acababa de terminar una turbia relación de la cual creía estar enamorada y ahora así de un momento a otro el corazón se le quería escapar por la boca, le sudaban las manos, sentía tibios los muslos, amaba el sol, ¡amaba!, pero ¿qué era lo que amaba?, ¿la silueta difusa de ese hombre que se inclinaba a mojar su cabello en el agua?, amaba quizás la felicidad y la euforia que le provocaba, las ganas que le inducían a correr y besarlo, pero cómo, eso era imposible,-no lo conozco, no sé su nombre, jamás antes lo había visto- susurró Ángela extasiada y confusa, sentía que la primavera haría brotar su flores dentro de ella, un enorme jardín, un prado completo, parecía que los tallos le hacían cosquillas intensamente, los brotes de amapolas se escapaban por sus poros, intranquila, sudaba aroma de violetas, suspiraba y el sol contemplaba sus entrañas cada vez que ella entreabría los labios para murmurar, para hablar consigo misma, le era imposible creer que en treinta segundos había sentido todo, lo que jamás le había ocurrido en su vida.
Quiso acercarse, discreta, pero la corrompian las ganas y en su desesperado intento por dar un paso al frente, no advirtió que la pileta era lo que los separaba, metió torpemente un pie al agua, pero quizás no lo notó. Ángela no era consiente de su entorno y el agua fría tampoco la hizo despertar, solo cuando comenzó a sentir unas fuertes carcajadas despertó de su éxtasis de sol, se vio la falda mojada, estaba inundada hasta las rodillas, en el instante que bajó su mirada, él se alejó a paso ligero perdiéndose de vista y despidiendose sin saberlo de la mujer que lo amaba inexplicablemente. Ángela embobada recordó cada suceso del día y rompió a llorar de rabia y vergüenza, sacó furiosa el anillo que llevaba como recuerdo de Gabriel, ahora su antiguo amor, y lo lanzó al agua con mucha fuerza, se produjó un sonido hermoso, lo que la hizo otra vez mirar bajo su falda mojada y encontró flotando un pañuelo de seda, sin duda, de él, aquel hombre que la hacía estallar en vida, en pura y plena vida, en sonrisas, en sentido y en esperanza. Ángela amaba, ahora sí lo hacía, pero ¿a quién amaba? tenía todo eso dentro, a punto de desbordarle, a punto de llenarle cada centímetro de existencia, pero no lo tenía a él, apretaba furiosamente el pañuelo entre los dedos, ¿cómo entregar ahora todo lo que sentía? pensaba insistentemente.
-Te amo, quién quiera que seas- susurró, se le doblaron las rodillas y quedó inerte respirando agua dentro de la pileta, hasta que el pañuelo se le soltó de las manos y salió a flote, igual que su alma.
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